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El migrante perfecto

El migrante perfecto

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Ilustración: Daniel Sánchez

El primer registro que existe sobre el ingreso de un japonés al país, según Carlos Niño en su libro 'Arquitectura y Estado' en 1991, pertenece a un jardinero llamado Tomohiro Kawaguchi, que trabajó para la Casa Imperial y para el primer ministro Ōkuma Shigenobu. Cuando llegó a Colombia trabajó en lo que actualmente es el Parque de la Independencia en Bogotá.

 

Sin embargo, el fácil ingreso de Kawaguchi al país, fue un caso excepcional, pues el Gobierno colombiano tenía poco interés en la inmigración japonesa al país, debido a prejuicios raciales y la intervención del Gobierno estadounidense. En repetidas oportunidades los proyectos de migración japonesa con el fin poblar las zonas más aisladas del país, fueron saboteadas y nunca se realizaron.

 

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La Revista Semana publicó un artículo donde expone que entre 1846 y 1932 ingresaron a Argentina 6 millones de inmigrantes, mientras que en ese periodo de tiempo solo 56.000 llegaron a Colombia. Más allá de los intereses de Estados Unidos, el racismo fue un factor crucial para que se cerraran las puertas a miles de migrantes. Un episodio turbio de la historia de la política de este país.


Ese pensamiento elitista se manifiesta perfectamente en una entrevista que realizó El Espectador en 1928 al Cónsul de Colombia en Kobe (Japón),  José Macías donde el funcionario expresó su inconformismo con la migración japonesa. “Como regla general. El japonés no es honorable en sus relaciones comerciales, y es hipócrita, no tiene energía ni iniciativa [...] Él tiene una mentalidad absolutamente diferente y contraria a nuestra raza, religión, idioma y costumbres. Es débil, enfermizo, plagado de imperfecciones atávicas, tanto físicas como morales. Mezclar nuestros indios y nuestros mestizos con japoneses, produciría un producto híbrido de verdaderas consecuencias desastrosas para todos”.

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